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El arte olvidado del buen liderazgo, el ejemplo

Published: at 11:12 AM

En un mundo empresarial lleno de herramientas digitales, métodos de gestión modernos y frameworks sofisticados, a veces perdemos de vista lo más básico y humano: los equipos aprenden más observando a sus líderes que escuchando sus discursos. El acto de modelar comportamientos positivos no es solo una estrategia útil, es también una responsabilidad moral del liderazgo.

El manager como espejo de su equipo

Liderar no significa ser perfecto, sino actuar con coherencia, con intención y autenticidad. Un líder que promueve la importancia del feedback pero nunca lo pide o no sabe recibirlo con apertura, está enviando un mensaje confuso. ¿Cómo pueden sus colaboradores sentirse cómodos compartiendo opiniones si su líder no predica con el ejemplo?

Lo mismo ocurre con la puntualidad, el respeto por el tiempo ajeno, la responsabilidad, la empatía, o incluso con la manera de gestionar el error. Por ejemplo, un manager que exige puntualidad pero llega tarde a las reuniones de forma recurrente, sin dar explicaciones, está normalizando una cultura de falta de compromiso.

Liderar es enseñar sin hablar. Es practicar lo que se predica. Es demostrar, a través de nuestras acciones diarias, cómo esperamos que otros se comporten. Esa coherencia, entre lo que se dice y lo que se hace, es la base de la confianza. Y sin confianza, no hay equipo que funcione.

Imagina un equipo donde los errores son castigados con dureza por un manager que predica la “cultura del aprendizaje”. El resultado será miedo y ocultamiento, no mejora continua. Por eso, cuando un líder muestra que también se equivoca, que reconoce sus fallos y busca mejorar, está modelando una cultura de crecimiento que impacta profundamente en la motivación y el desempeño del equipo.

Aprender a liderar: un ejercicio de intención diaria

Liderar no es sencillo. Requiere una buena dosis de autoconsciencia, atención al detalle y, sobre todo, un compromiso real con el propio desarrollo como persona y como líder.

No se trata de encarnar un ideal de líder perfecto, sino de mostrarse humano. Mostrar vulnerabilidad, pedir ayuda cuando se necesita, reconocer cuando uno no tiene todas las respuestas, asumir los errores propios sin culpar a otros y celebrar sinceramente los logros del equipo. Todo eso es liderar.

Curiosamente, muchas veces los líderes buscan inspirar a sus equipos desde el discurso motivador, desde las reuniones cargadas de frases inspiradoras. Sin embargo, lo que realmente deja huella es cómo se comportan en el día a día. No es necesario tener un cargo elevado o ser gerente para modelar buenos comportamientos. Cualquier persona del equipo puede ejercer una influencia positiva con sus acciones, y esa es quizás una de las enseñanzas más poderosas de esta idea.

Recordemos ese clásico ejemplo: si en un equipo nadie respeta los tiempos de entrega, pero una persona siempre cumple, comunica los avances y colabora con los demás sin esperar nada a cambio, esa actitud puede comenzar a contagiarse. Ese miembro del equipo está modelando una forma distinta de trabajar y eso vale oro.

Modelar es un superpoder silencioso

Modelar un comportamiento es una práctica sencilla en teoría, pero transformadora en la práctica. Es una forma silenciosa pero tremendamente poderosa de liderar. Quizás por eso muchos no le dan el valor que realmente merece: porque no genera fuegos artificiales, no brilla a primera vista pero construye relaciones y culturas sólidas desde el fondo.

El liderazgo efectivo no empieza con decir lo que hay que hacer. Empieza con hacerlo primero. Empieza con mirar hacia dentro y preguntarse: ¿estoy actuando como quiero que los demás actúen?

En un mundo donde el liderazgo a veces se viste de métricas y procesos todavía hay espacio —y necesidad— para liderar con el ejemplo.


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